Friday, March 12, 2010

Estambul Capital Europea 2010

Teníamos un pequeño break en el comienzo de este año, así que estuvimos valorando distintas opciones para hacer una escapadita.

Como nada más teníamos 5 días, nos quedamos con la opción de Estambul, a pesar de que Mario prefería visitar algún lugar más exótico y evitar otro país de cultura árabe.

Gracias a nuestra amiga Ana, que ha estado viviendo allí dos años, planificamos nuestra estancia con las mejores recomendaciones y los lugares de mayor interés turístico.

Llegamos a Turquía a la 1 de la mañana y después de pasar los rutinarios controles del visado cogimos el autobús que nos llevaría al centro de la ciudad. He de decir que el transporte público funciona increíblemente bien en Estambul.

Nos alojamos en el Tulip Pera Hotel al lado de la calle peatonal de Istiklal, un auténtico hervidero de gente donde la vida de la calle parece no descansar.

Por la mañana, después de un buen desayuno, deportivas y a patear. Empezamos en la torre de Gálata, antigua fortaleza genovesa que controlaba la seguridad de la ciudad.

Seguimos por el puente de Gálata y visitamos la mezquita de Yeni Cami, antiguo hospital y escuela, para después dar un paseo por el bazar de las especias, muy auténtico y colorido.

Seguimos caminando y empezó a llover así que decidimos meternos a ver el palacio de Topkapi traducido como el Palacio de las Puertas de los Cañones, por su ubicación. La entrada cuesta unas 20 Liras Turcas, al cambio unos 10 euros. Casi todas las entradas a monumentos tienen este precio excepto las entradas de las mezquitas que son gratuitas.

Como llovía casi no pudimos apreciar la belleza de sus patios y sus jardines, pero nada más entrar te haces una idea de cómo debía ser en todo su esplendor.

Está lleno de salas, como el harén, con paredes y techos totalmente decorados con los que fácilmente te imaginas que estás en otra época. Hay una sala con reliquias religiosas en las que hay una huella, un diente y unos trozos de barba de Mahoma entre otros misterios. También dispone de uno de los mayores tesoros del mundo. Después de ver tantos rubíes, zafiros, esmeraldas y diamantes te muestras incrédulo ante semejante tesoro. Me quedé con ganas de ver una de las mayores colecciones de cerámica China del mundo, situada en las cocinas del palacio, porque las estaban renovando. Como curiosidad hay una sala de circuncisión, con lavabos y plataformas donde se realizaba semejante práctica. A saber bajo qué condiciones higiénicas y como quedarían los intervenidos…

Con los pies empapados y el frio ya metido en el cuerpo fuimos a buscar el bus que nos llevaría a nuestro hotel, pero antes paramos en un “restaurante” yo a comerme una sopa y Mario un kebab de pollo.

Por cierto que nos dieron 2 billetes de 5 liras turcas más grandes que los normales y que luego nadie quería porque los mismos habían sido sustituidos por otros nuevos. Al día siguiente volvimos airadamente a que nos cambiaran los billetes por unos buenos, si me lo dicen de Mario, no lo creo. Cómo se nota que está aprendiendo a que no le tomen el pelo.

Después de un merecido descanso, paseamos por Istiklal, ¡una pasada! Si un domingo por la mañana, en el barrio de la Latina, en Madrid, hay ambiente, en esta calle es alucinante la gente que hay todos los días. Hay un montón de restaurantes locales, tiendas con chocolate artesano, unas reposterías en las que se comen los dulces con los ojos, bares, chiringuitos vendiendo mejillones frescos… Vamos de todo. Por recomendación de Anita, cenamos en una galería que tenía muchos toldos y que te traían a la mesa la bandeja de pescado fresco para que escogieras el que quisieras y te lo cocinaban a tu gusto. Riquísimo.

Día 2, cambio de hotel. Como el tiempo no nos acompañaba y casi todos los monumentos se encuentran en la Old Town, decidimos cambiar de hotel. No obstante la experiencia de estar en las dos Europas fue lo mejor que pudimos hacer.

Nos dirigimos directamente a ver la mezquita azul. Tuvimos que esperar porque justo llegamos en la hora de los rezos, así que tocó pasar frío en la puerta, por cierto que hacía un viento gélido que se nos metió en los huesos y ya no desapareció.

Si no hubiese sido por el frío que pasé, hubiera percibido la mezquita mejor. Es muy grande y su cúpula es impresionante, lo que pasa que con tanto cable para sujetar las lámparas como que pierde un poco el encanto. Se construyó en 1609 para competir con la belleza de Santa Sofía, en el lugar que ocupa el Gran Palacio de Constantinopla y parte del hipódromo. ¡En Estambul se respira historia!


Como se nos hizo tarde para visitar Santa Sofía, fuimos a visitar la cisterna de Yerebatan, una auténtica pasada. Construida en el año 532 por los bizantinos, cómo depósito de agua dulce, cuenta con 336 columnas romanas de diferentes lugares y épocas, hay dos columnas que tienen como base unas cabezas de Medusa. La mitología cuenta que si la Medusa te miraba a los ojos te quedabas petrificado. Actualmente este antiguo depósito de agua se utiliza como criadero de carpas y como almacén de deseos.

Tercer día, por fin, Santa Sofía. Desde fuera no se aprecia toda la belleza que guarda en su interior. Fue construida en el año 537 por los bizantinos con el objetivo de ser la basílica más hermosa del mundo. No me cabe la menor duda que lo fue en su momento. Fue utilizada como iglesia cristiana durante 1000 años hasta que el imperio otomano conquistó Constantinopla y la convirtió en mezquita alzando cuatro minaretes. A pesar de la cantidad de turistas que la visitan a diario, la sensación de amplitud es ilimitada. Preciosa.

Bajamos hasta el puente de Gálata para comernos unos bocadillos de sardinas riquísimos y asegurarnos del horario para el paseo por el Bósforo al día siguiente.

Ya por la tarde, visitamos el Gran Bazar, un laberinto lleno de tiendas con un montón de cacharros en los que no pusimos mucha atención.

Como ya estábamos hartos de comer en puestos callejeros, decidimos probar suerte en uno de los restaurantes recomendados en internet. Imbat. Todo un acierto, un romántico sitio en la parte superior de un hotel con un buen servicio, excelentes vistas y una buena cocina otomana. Recomendable.

Último día. Paseo por el Bósforo. Ana nos recomendó dos paseos imprescindibles, uno El Cuerno de Oro y el otro el Bósforo hasta llegar al mar Negro. Como no teníamos tiempo para los dos elegimos el último, más que nada, por ver que se cuece en las aguas que comunica el mediterráneo con Rusia y demás países. Estambul es una ciudad muy turística y como tal, se aprovechan para venderte lo mismo a un precio mucho mayor. La línea pública marítima IDO funciona de maravilla así que elegimos ésta para hacer nuestro viajecito en barco. Tardamos como una hora y media en llegar a las orillas del mar negro. En este último punto del recorrido el barco para unas 3 horas, tiempo suficiente para dar un paseo por el pueblo, subir al pequeño castillo con unas vistas excepcionales y caer en la trampa para turistas que los chiringuitos ponen.

Como a la vuelta a Estambul todavía teníamos tiempo, aprovechamos y nos dimos un baño turco en uno de los lugares con mas solera. Claro que todo se paga. El hamman en cuestión se llama Chamberlitas y data del siglo XVI.

En uno de nuestros paseos nocturnos por los alrededores de Santa Sofía y la mezquita Azul, vimos un puesto que por unas 10 liras turcas, venían a tu hotel y te llevaban al aeropuerto. Arriesgándonos, compramos los tickets. La furgonetilla en cuestión se retrasó 15 minutos y no os podéis imaginar el estado de ansiedad de Mario. Vamos que con más de 3 horas de antelación íbamos a perder el avión.

Llegamos a Emiratos a las 7 de la mañana con lo que todavía nos quedaba un día para descansar en la playa.

Un abrazo.

Thursday, March 04, 2010

Suiza, nuestra pequeña luna de miel

¡Por fin! Ya no tengo excusa para sentarme delante del ordenador y escribir nuestro pequeño viaje a Suiza.

Tras la boda, disponíamos de tan sólo 4 días para visitar el país y un amigo de una amiga que vive allí, nos diseñó la ruta.
Aprovechando la escala en Zúrich de la vuelta a Dubai hicimos el siguiente recorrido:
- Lucerna
- Interlaken
- Gruyeres
- Friburgo
- Schaffhausen

Llegamos al aeropuerto y el frío nos dio la bienvenida, cogimos el coche de alquiler y directamente nos fuimos a Lucerna, parando a comer algo por el camino.
Como veníamos reventados del ajetreo que celebrar una boda conlleva, nos quedamos en el hotel para descansar hasta por la tarde. Además yo estaba incubando un pequeño catarro que se me pasó nada más pisar Dubai.

Ya de noche, nos dispusimos a conocer la ciudad de Lucerna paseando por sus calles casi vacías.
Cuando llevas mucho tiempo viviendo en una ciudad moderna como es Dubai, cuando visitas cualquier lugar histórico, la sensación de caminar por la historia de la ciudad es una agradable sensación así que no paramos hasta que apretó el hambre.
Llamados por un agradable olor nos metimos en un cálido restaurante, muy pequeñito, justo a tiempo, pues ya casi estaban cerrando y degustamos una auténtica y sabrosa raclette. Todavía puedo salivar al recordar el fuerte sabor del queso…
La mañana siguiente una ciudad rodeada de montañas, puentes y lagos nos dio los buenos días y dedicamos toda la mañana a patearnos la ciudad, recorriendo su muralla, su puerto y sus puntos de interés, como el hermoso león herido tallado en la pared de un parque.

Nos aprovisionamos de chocolate casero y nos pusimos rumbo a Interlaken por unas tortuosas carreteras que discurrían por unos bellísimos paisajes.
Interlaken debe su nombre a que se encuentra situado entre dos lagos, cada cual más bonito. Es un sitio muy popular en invierno por la cercanía a una de las mayores pistas de esquí suizas y por que presume de tener la estación de ferrocarril más alta de Europa.

Como no podía ser de otra manera, reservamos los tickets de tren para el primer trayecto de la mañana. Nos levantamos a las 5 de la mañana y el tren llegó con una brillante puntualidad a la estación, claro que estamos hablando de Suiza, país mundialmente conocido por su la exactitud de sus relojes.
Tardamos casi dos horas en llegar a la cumbre de Jungfrau de 3.454 metros de altura después de un oscuro viaje en tren atravesando literalmente las montañas por túneles escavados en ellas.

Acostumbrados ya a vivir en el desierto os podéis imaginar cómo nos quedamos cuando contemplamos la belleza de las montañas que nos rodeaban: ¡Helados! A primera hora del día, justo amaneciendo salimos al exterior, Mario para bailar una jota y yo para sentirme viva al tener el viento en mi cara. Sin parar ni un momento, nos recorrimos toda la estación y advertimos que había un camino en la nieve que te llevaba a un pequeño albergue.

Con lo puesto, empezamos a caminar sin saber lo lejos que estaba, a esa altura el esfuerzo es mucho mayor y paso a paso disfrutamos del frío paseo.
A Mario se le quedó literalmente la cámara helada y era una pena no poder hacer una foto al paisaje. Por suerte, adelantamos a un padre y un hijo y muy amablemente nos hicieron unas fotos que posteriormente nos mandaron por mail. Aquí aprovecho y les doy las GRACIAS.
Salvando unas escaleras de hielo (por cierto, que yo iba con deportivas), llegamos al albergue. Allí una sopita caliente y vuelta a la estación con una agradable satisfacción.

La bajada de la estación de Jungfrau fue preciosa, parecía que éramos los protagonistas de un libro de cuentos infantiles, montados en un tren. ¡Todo parece tan ideal en Suiza!
Decidimos comernos una fondue en Grindelwal, por cierto, como suele pasar en los sitios más turísticos, no fue de las mejores… y bajamos hasta Interlaken siguiendo el curso del río.

Los suizos son grandes amantes de la naturaleza y eso se nota. Tienen una red de senderos para ciclistas y senderistas, totalmente indicada, incluso con la distancia y el tiempo de un punto a otro. ¡Vamos que es difícil perderse!



Llegamos al pequeño hotel y cogimos rumbo a nuestro próximo destino.: Gruyeres.
No teníamos reservado el hotel, así que como no sabíamos con lo que nos íbamos a encontrar buscamos alojamiento en el camino. Buscando, buscando…. Fuimos a parar a un remoto albergue. ¡Qué raro! Claro que cualquiera le dice a Mario, después de subir una escarpada montaña llena de curvas y precipicios que no quiero quedarme en el albergue…
Además, ya había caído la tarde y todavía nos quedaba parte del recorrido para llegar a la ciudad de los quesos.
Con resignación nos quedamos en una fría habitación, hicimos malabares hasta que conseguimos juntar las dos camas. Por lo menos disfrutamos de una preciosa vista de las montañas aislados del mundo.

Bien tempranito, nos pusimos en ruta. Cuando llegamos a Gruyeres, no nos lo podíamos creer: Estábamos en de nuevo en un cuento, un pueblo medieval con un castillo solitario en la cima… con casitas echando humo… y con un olor a queso que hacía de él paraíso paro los ratones. Como lo visitamos por la mañana no degustamos ninguna raclette ni fondue, pero paramos en una enorme fábrica de quesos y nos trajimos dos buenas cuñas que luego nos comimos en Dubai.

En Gruyeres también se encuentra la fábrica de chocolate de Nestlé, antigua Cailler, uno de los sueños de Mario. Por suerte o por desgracia, la fábrica hacía una semana que había cerrado el centro de visitantes, digo por suerte, porque así Mario tiene una buena excusa para regresar.

Friburgo se encuentra cerca de Gruyeres así que decidimos comer allí. No deja de ser una ciudad Suiza con un bonito casco antiguo lleno de ruidosos coches. Tras un breve paseo, hala, vuelta al coche y caravana en el autopista que nos llevaría a Schaffhausen, lugar donde se encuentra las mayores cataratas suizas.

Tan sólo pasamos la noche en este bonito pueblo, que por cierto está en la frontera con Alemania. Fuimos a cenar comida típica suiza sin queso y luego nos tomamos unos vinos en una tasca española donde charlamos con su dueño, Pedro, un español afincado en Suiza desde hace más de 30 años.

A la mañana siguiente, bien tempranito, camino al aeropuerto y antes de coger el avión unas buenas cervezas tostadas.

Si tengo que decir que fue lo que más me gustó de Suiza, no sabría qué decir. Es un país muy bonito en su conjunto, por el paisaje y sus pueblos. Claro que si estás acostumbrado a Europa no te sorprenderá como países de otros continentes y culturas.

BESOS