Monday, May 18, 2009

Madaba, la ciudad de los mosaicos

Nuestro siguiente destino Madaba. Cuando llegamos a la estación de autobuses de Jerash no esperamos ni tan siquiera el tiempo que se tarda en fumar un cigarrillo para coger el siguiente bus a la “ciudad de los mosaicos”. A pesar de estar cerca de Amman tardamos un montón porque el minubús iba haciendo paradas cada dos por tres para recoger y dejar pasajeros. La Nati no dejaba de decir que nos habíamos pasado la ciudad y yo incluso ya lo dudaba. Mientras comprobaba donde estábamos en la guía y los planos, un simpático joven me sacó de la duda. Entablamos una conversación y resultó que hasta hacía poco había estado viviendo en Dubái. ¡Qué pequeño es el mundo! Casualmente el también iba a Madaba con lo que a la llegada de la pequeña ciudad compartimos un taxi y nos intercambiamos los teléfonos.

En Madaba nos alojamos en el albergue de peregrinos de la iglesia de San Jorge, un lugar muy tranquilo y muy limpio, sin lugar a duda una buena elección. Se encuentra al lado de la iglesia Greco Ortodoxa de San Jorge, que tiene un mosaico-mapa, de Palestina y del Delta del Nilo, de la era Bizantina del siglo VI.

En el desayuno, planificamos la ruta para el día y cometimos el error de alquilar el taxi para toda la jornada desde el albergue. Aunque la mujer que lo gestiona fue muy amable con nosotras desde el primer momento, como es de esperar se llevó la correspondiente comisión del taxi.

Visitamos el Monte Nebo, lugar donde el profeta Moisés vio la tierra prometida antes de morir. Posteriormente fuimos a Betania lugar bíblico donde San Juan bautizó a Jesús. Es un lugar muy próximo al estado de Israel, pues el propio río hace de frontera. Aquí las medidas de seguridad son extremas e hicimos el recorrido sin despegarnos de nuestro grupo. El curso del río dista mucho del supuesto lugar en el que San Juan realizó el bautismo, pues la sequía también está haciendo estragos en este país. El color del agua del río es verdoso, tirando a marrón, por la cantidad de barro que lleva. A pesar del calor, pasear por este paraje tan lleno de historia te agrada enormemente. Fue algo especial, sobre todo cuando nos santiguamos con el agua del propio río y llenamos dos botellas de litro y medio para los bautismos de la futura descendencia.

Después de comernos nuestro bocadillo de jamón con queso, nos dirigimos al Mar Muerto con la intención de bañarnos en sus salinas aguas, pero la sorpresa vino cuando llegamos a las puertas de un complejo lleno de piscinas y turistas. No pedían unos 15 euros al cambio a cada una por tan solo bañarnos… algo casi inadmisible. Como al día siguiente venía Mario y nos íbamos a bañar con él, no íbamos a pagar tal suma de dinero por un remojón en el agua, con lo que nos fuimos camino al albergue. Desde la carretera divisé unos coches a la orilla del mar Muerto y pude apreciar que había gente bañándose, con lo que le dije a nuestro taxista que nos llevara a ese lugar. En un principio se opuso, pues decía que no era el lugar apropiado para turistas, pero conmigo había topado. No paré de decirle que quería ir allí hasta que cambió el rumbo. Llegamos a la orilla, lamentablemente parecía aquello un estercolero, todo lleno de bolsas de plástico, botellas y restos de picnics. Mientras me quitaba la ropa, recibimos una llamada de la casera del albergue diciéndome que no me bañara, que el agua estaba muy salada…. ¡Pues menuda advertencia! ¡Cómo si eso no lo supiera yo! Cuando metí el primer pié casi me traga el mar, resulta que la orilla estaba tan llena de barro que me fue difícil salir incluso con la ayuda del taxista. Mi madre no salía de su asombro: Rosa, no te bañes…. que puede ser peligroso. Y yo r que r. No me quedé tranquila hasta que no me metí en el agua por la zona más pedregosa. Desde el agua vi como mi madre, el taxista y otro hombre que se había incorporado al grupo, me llamaban para que saliera. Cuando me acerqué a ellos, el desconocido estaba amasando una bola de barro que había sustraído de una zona profunda del mar. Me dijo que era muy bueno para la piel y gratis, así que empecé a embadurnarme el cuerpo con su ayuda. Animé sin éxito a mi madre para que hiciera lo mismo, pues es el mismo barro que luego te cobran en cualquier otro balneario del mar Muerto, con la diferencia que esté está recién sacado del agua. No hubo manera. ¡Y sería por falta de ayuda! ¡Qué disposición! Tanto el taxista como el desconocido no perdían ningún momento con tal de tocar un centímetro de mi cuerpo…


Una vez que me había bañado en el mar Muerto, limpia de barro y con una piel suave… di el consentimiento para que el taxista nos llevara a nuestros temporales aposentos.

Después de un descansito en el albergue, llamé al chico que había conocido el día anterior en el autobús: Marwan. Nos recogió en el albergue con su coche, nos llevó a un típico café, donde suelen ir hombres, y nos invitó a un té y una sisha. Tuvimos una agradable conversación y mi madre por primera vez probó la sisha. Fue muy atento y servicial con nosotras, nos explicó el camino que debíamos hacer al día siguiente desde Madaba al aeropuerto, para recoger a Mario y ya de vuelta al albergue le compramos, como muestra de nuestro agradecimiento, un gran bizcocho para su madre y su familia.

Antes de irnos a dormir, en el salón de nuestro alojamiento, conocimos a un tipo muy muy curioso. Un inglés de unos 40 años, profesor de tecnología en una universidad británica, que se dedicaba a viajar alrededor del mundo con su bicicleta. Nos contó sus experiencias por China, Vietnam, Tailandia, Malasia, India, Nepal, Egipto… estaba en Jordania, después iba a viajar a Siria, Israel, Chipre, Grecia, Europa…. Algo casi increíble, si me lo cuentan otras personas, no lo creo. Me comentó que probablemente este invierno esté en España.

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