Wednesday, July 21, 2010

Regreso a Praga por Bohemia. Parte III

Tardamos más de una hora hasta que salimos de Viena y enfilamos la autopista. Vimos el cartel de Amstetten y eso hizo que el viaje lo amenizara una conversación de lo más espeluznante. ¡Lo que puede llegar hacer el hombre!

Por suerte o por desgracia, cuando llegamos a Mauthausen nos encontramos con el campo de concentración cerrado. Estaba cayendo la tarde y el silencio junto con los pensamientos de las atrocidades que allí sucedieron, dieron a la visita un sabor lúgubre. Paseamos por los exteriores y comprobamos que las dimensiones del campo no eras excesivamente grandes, pero suficiente para asesinar a más de 190.000 personas, entre ellas a 5.000 españoles.

Seguimos el curso del río por la carretera hasta llegar a Linz. La ruta inicial fue modificada para hacer un viaje más relajadamente y dormimos en esta pequeña ciudad. Tiene un aire industrial y mercantil y su centro resalta por su sencillez. Nos dimos una vuelta cuando ya había anochecido y cenamos sushi en la terraza de un edificio con vistas a una de sus principales calles. La vuelta al hotel la hicimos paseando por las orillas del Danubio, tan esplendoroso a su paso.

La mañana la dedicamos a visitar el museo "Ars Electronica Center - Museum of the Future". Lo malo es que todo lo explican en alemán. Es un centro interactivo donde los jóvenes pueden disfrutar de las últimas novedades de la animación digital y del uso de los nuevos medios. He de destacar la simulación del universo que vimos en 3D, no en una pantalla normal, si no delante de ti, cómo si lo pudieras tocar. Una representación que te recuerda que no somos nadie.

Salimos de Linz sin problemas, cruzamos la frontera informados por una señal y tras cruzar el paso de montaña, a los pocos kilómetros cogimos el curso del Moldava en su etapa más joven. Esta carretera discurre por el ladito del río, con lo que pudimos contemplar al mismo tiempo una de las aficiones de los checos, el kayak y la canoa, practicados al completo en familia.

Al pasar por el primer pueblito, tuvimos que hacer una parada de emergencia. Saborear una cervecita al lado del río y disfrutando del frescor del bosque y del agua. Un delicioso aperitivo para lo que luego nos esperaba.
Teníamos intención de comer en Ceský Krumlov, en un restaurante recomendado por un checo compañero de Mario en Dubai. Aquí dejo el enlace. Comilona es poco para decir lo que nos metimos entre pecho y espalda. Es un asador de carne de estilo medieval y no tan solo por su decoración sino por la generosidad de sus raciones y el sabor de su carne. ¡Qué delicia!

Para bajar el atracón, nos dimos una vuelta por ese pueblito mágico lleno de turistas, subimos a su torre y paseamos de nuevo por sus encantadas calles. Es un pueblo para quedarse al menos una noche y sentirte en otra dulce época. Pero no nos pudimos quedar. Uno de los inconvenientes de planificar una ruta y reservar los hoteles con descuentos por anticipado, es que no puedes improvisar paradas tan merecidas como ésta.

Entre el empacho de la comida, las dos jarras de cerveza y el sol que me había dando en toda la azotea durante el paseo, pasó la mayor de nuestras desgracias en nuestro viaje: metí mal tres veces el pin de la blackberry de Mario y para desgracia de todos, la bloqueé. Digo de todos, porque era nuestra herramienta para guiarnos en la ruta y saber donde estábamos en cada momento. Sería deshonesta si no confesara que en el fondo sentí un gran alivio al saber que Mario no tenía maquinita con la que distraerse. Prometo que no lo hice a propósito.

Como nos demoramos en nuestra comida y nuestro paseo, el monasterio cisterciense que tenía ganas de visitar, no pudo ser, ni tan siquiera lo pudimos ver por fuera. Claro que no teníamos la certeza de estar en la puerta. Próxima parada, el castillo de Hluboka nad Vltavou. Aunque ya sabíamos de antemano que estaría cerrado Mario lo quería ver por fuera. Seguimos las indicaciones hasta que dejaron de existir. Preguntamos a una mujer que estaba trabajando la tierra de la parcela de su casa y confirmó mi sospecha, el castillo estaba justo en lo alto de la montaña, encima de nuestras cabezas, nos indicó el camino para subir. Justo apareció el vecino, le preguntamos y confirmó (claro que todo por gestos y señas, nada de inglés) lo que la mujer había dicho, pero nos mandó por el camino opuesto. Hechos un lío tomamos erróneamente el camino que nos dijo el hombre hasta dar a una carreta. Mario se mosqueó y dando media vuelta tan sólo divisamos una almena del castillo desde lo lejos.

Llegamos a Tábor, un pueblito con encanto en lo que se refiere a su núcleo. Nos quedamos cerca de él, a dos pasos de la plaza, donde nos dio la bienvenida un grupo de pop rock en la que estaban tocando con poca audiencia. Nosotros empeñados en nuestra labor: buscar un bar donde ver el partido de la selección española con Alemania. Al final lo vimos en el hotel.

Tras la sensación de la victoria y la tranquilidad de aquel lugar, dimos un paseo nocturno disfrutando de la plácida noche.


1 comment:

Antonio Illán said...

El codillo que me comí, y compartí, no tenía precio...¡extraordinario!