Tuesday, July 20, 2010

Viena. Parte II

Llegamos a Viena siguiendo las indicaciones del google maps en la blackberry de Mario, justo a la puerta del hotel, donde estaba Javier esperándonos. ¡Ya estaba la familia al completo!

Nos alojamos en el hotel Kolping Wien-zentra a una parada de metro de la ópera. La red de transporte público en Viena es excelente. Entre los tranvías y el metro tienen cubierto todos los puntos de la ciudad, es la mejor manera de moverse por la city, además es una red muy sencilla. Compramos un abono de transporte público válido para dos días. Algo muy útil.

Tras una ducha refrescante, Javier nos llevó a un Heuriger, un lugar típico donde la gente se reúne para beber vino. El vino es blanco y de barril y lo mezclan con soda, una especie de rebujito a lo vienés. Pero tenía que tener una pega este lugar tan idílico y era que no tenían televisión para ver el partido de la selección española y Paraguay.

Por suerte, lo pude ver en un bar en la zona acompañada por dos austriacos que no pararon de beber y fumar en todo el tiempo que estuve allí. He de tener un recuerdo para estos señores porque a decir verdad fue uno de los peores partidos de la selección en todo el mundial y posteriormente se enfrentarían con Alemania, un equipo que hasta el momento había deslumbrado con su precisión y buen juego.

Viena es una ciudad llena de edificios con solera, palacios, grandes calles y avenidas, en resumidas cuentas una ciudad para perderte y no llegar a ver todos sus rincones. Es grandísima. El primer día de nuestra visita empezamos por el centro, por la catedral de San Esteban, cruce de antiguos caminos, continuamos por el palacio de invierno de Sisi, por la escuela española de equitación, por la biblioteca, el museo de ciencias naturales… Hasta llegar al Quartier Museum un complejo cultural con 4 museos en su interior. Nos pareció interesante visitar el Mumok, museo de arte moderno, pero tendría que ser para el día siguiente pues ya era la hora de comer.

Ese día comimos al lado de la catedral en un café-restaurante en el que más curioso que sus platos fueron sus baños. Las puertas de los baños eran transparentes y cuando echabas la llave se volvían opacas. Lo cómico fue que creyendo que había echado la llave, estaba haciendo pipí tan tranquila a vista de todos los presentes hasta que Teresa avisó de mi precaria situación. Todo un cuadro para una señora que en ese momento entró en el servicio y me vio en toda faena.

Tras un largo paseo llegamos al Prater, donde se encuentra la más famosa de sus atracciones. La noria. Rememorando la película del tercer hombre nos montamos en ella y pudimos contemplar las vistas de la ciudad desde una de sus antiguas cabinas.

Y seguimos caminando, caminando y por fín el Danubio. Ante nosotros estaba el río por el que han navegado multitud de sueños y anhelos amorosos gracias a su famoso vals “En el bello Danubio azul” compuesto por Johann Strauss (hijo) en 1867. Según un amigo de Antonio, si tus ojos no ven el Danubio de color azul es que no estás enamorado. He buscado de dónde ha sacado Óscar esta cita, sin encontrarla. Agradecería que alguien me sacara de mi ignorancia.


Rematamos el día en la plaza del ayuntamiento. Me sorprendió la afición musical de los vieneses. Gente de todas las tribus urbanas, edades y razas se concentraron en los numerosos restaurantes al aire libre para disfrutar primero de sus amistades y después de la proyección en una gran pantalla de conciertos de música clásica.

Esa noche vimos el concierto del joven pianista chino Lang Lang. No sé si fue el cansancio del no parar desde las 9 de la mañana o la sencillez del solista al piano. Mi mente simplemente pensaba en un descanso entre las sábanas y el calor de mi habibi.

Segundo día en Viena; primer destino, el museo de arte moderno, Mumok. ¡Qué gran decepción, lo más interesante para mí, fue el moderno edificio de 4 plantas en el que están las exposiciones!

Nos dimos una vuelta en tranvía por la otra zona del Ringstrasse también llamado anillo o gran bulevar, que no conocíamos. Hicimos tiempo hasta la hora de comer.

Javier nos llevó a uno de los restaurantes más populares de Viena, famoso por su plato de escalope de ternera también llamado Wíenerschítzel o Schnitzel, un lugar abierto al público desde hace muchos años. En cuanto me ponga en contacto con Javier para conocer el nombre del restaurante, pondré el enlace. Ya está, el restaurante doblemente recomendado está aquí.

En la tarde, nos dimos un agradable y relajado paseo hasta llegar al palacio de Belvedere. Dejamos la visita para la mañana siguiente y nos fuimos a la plaza del ayuntamiento a disfrutar de un repertorio español, tocado por la orquesta sinfónica de Viena y dirigido por el polifacético Plácido Domingo. El escenario en el que estaba rodado el concierto, el palacio de Schönbrunn y la música tan conocida me llevaron hasta mi país, tan lejos de él.

Última mañana en Viena. Me puse las zapatillas de correr y siguiendo el curso del canal llegué hasta el palacio de verano de Sisi o Schönrunn. Indescriptible la sensación de correr por sus bellos y enormes jardines. Me sentía como un potrillo real, correteando por las dependencias palaciegas. La vuelta la hice en metro pues no me daba tiempo de estar lista para la próxima y ansiada visita: el palacio Belvedere.

El día anterior tuvimos la ocasión de disfrutar de sus exteriores y su historia. Así que esa mañana nos concentramos en su colección de arte. En ella se encuentran las obras más importantes de Klimt, Egon Sheile (un contemporáneo de Klimt) y Franz Xaver Messerschmisdt, este último hizo una colección de bustos de lo más curiosa. Sin lugar a dudas lo más destacado, tierno y bello es el cuadro del beso de Klimt, un cuadro que brilla con dorado propio.

Tras la comida y una tierna despedida de Javier, pusimos rumbo a nuestro siguiente destino.


2 comments:

Antonio Illán said...

Muy bueno. He rehecho el viaje de nuevo siguiendo el itinerario de las letras. Las fotos estupendas. Estoy gordo, es evidente.

Rosa Mary said...

Antonio, se dice que estás de buen año o de buen ver, ¡hombre!